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Sólo Cristo es la verdadera luz del mundo


III domingo del tiempo ordinario

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Is. 9, 1). Con estas palabras anunciaba el profeta Isaías lo que sería la misión del Mesías y desde luego el evangelio hace ver cómo Jesús, con su ministerio en Galilea, da cumplimiento a las palabras del profeta (Mt. 4, 15-16). Así asumió Cristo su misión y así nos sigue exhortando la Iglesia, para que nos dejemos iluminar por Cristo.

Pero ahora cabe una pregunta: ¿El hombre de hoy necesita de esa luz de Cristo? ¿También el hombre moderno necesita decir: “El Señor es mi luz y mi salvación”? Desde luego existen muchas razones por las que el hombre del tercer milenio puede decir que cada vez necesita menos de la luz de la fe. Hay por ejemplo quienes creen pensar a lo grande sin la ayuda de Dios, sustentado la grandeza del mundo y por tanto del hombre en la capacidad cibernética, en la capacidad tecnológica, las modificaciones genéticas, los enormes proyectos económicos y muchas cosas más. En un mundo así, se puede y debe evaluar por resultados inmediatos y sustanciosos, de hecho, desde ahí se ubica de inmediato a las personas más valiosas, quienes merecen todo el honor, los privilegios y el más alto reconocimiento. De ahí nacen las pautas para el hombre moderno que de verdad quiera trascender.

Por parte del hombre de la masa, el que no aspira a trascender tanto, cada vez más han ido robando terreno criterios de vida como: solo hay que vivir “el aquí y el ahora”, mañana ya veremos, “lo que importa es lo que te haga sentir bien”, “preocúpate de ti, los demás que resuelvan lo suyo”, “todo es relativo, según lo quieras ver” y así muchas otras expresiones que se vuelven en filosofía de vida.

¿Ante la luz de la inteligencia que nos permite mover al mundo desde la técnica, la ciencia y el poderío económico o ante el hombre que se ha hecho una filosofía de vida donde basta el aquí y el ahora, la luz de la fe que emana de Jesús sale sobrando? ¿Basta la luz de los logros humanos?

Sin duda, hay cuestiones cotidianas a las que el conocimiento ordinario poco a poco da respuestas y más ahora que los métodos de investigación han crecido tanto, como lo observamos en todo lo que la ciencia nos ofrece. Pero hay cuestionamientos más profundos a los que el hombre por sí solo no puede responder, tales como: ¿Tiene sentido la vida? ¿Hacia dónde se dirige? ¿De dónde surge el orden tan perfecto que encierra toda la naturaleza?, y otros más.

¡El hombre de hoy también necesita de Dios¡ Una de las pruebas más contundentes de esta vital necesidad son los tremendos vacíos interiores que enfrentan tantas personas. No solo los que no han tenido la oportunidad de una carrera profesional o quienes han tenido dificultad para ciertos logros económicos enfrentan dificultades; también muchos que han tenido grandes logros temporales enfrentan problemas de adicciones, de suicidios, rompimientos afectivos, etc.

El hombre moderno también necesita la reflexión y una sana comprensión de vida que solo la fe puede dar. La exhortación que presenta Jesús al inicio de su misión: “Conviértanse porque ya está cerca el reino de los cielos” (Mt. 4, 17), implica la necesidad de educar la voluntad, que permita ir más allá del simple sentirse bien; exige una responsabilidad social, exige un proyecto de vida de verdad humanizante.

El desconocimiento de Cristo, como la luz que brilla en las tinieblas, ha provocado en muchos un retroceso milenario. Cuesta acercarse a Dios, pero muchos han regresado a preguntarle a los astros, en los hechiceros, buscan cargarse de energía en las piedras y los imanes y en general se llenan de supersticiones. ¿Regresar a teorías provenientes de un mundo cargado de mitos, acaso no expresa las grandes necesidades que el ser humano va cargando?

¡Las necesidades más profundas sólo Dios las puede llenar, por eso todos los santos son personas felices¡

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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