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Una necesidad primaria del ser humano es confiar de manera absoluta en algo o en alguien



Una necesidad primaria del ser humano es confiar de manera absoluta en algo o en alguien

¿Tú en quién depositas esa confianza?

XXVIII domingo del tiempo ordinario

La palabra de Dios nos invita a confiar plenamente en Él, en la seguridad de que Él solo busca nuestro bien y de que por encima de todo, Él es plenamente fiel. Por el contrario, cuando el ser humano se separa de Dios, de inmediato le vienen todas las confusiones y contaminaciones del mundo. Incluso, cuanto más se presume de tener todas las seguridades, en realidad es todo lo contrario; de hecho hoy, cuantas más fortalezas materiales se construyen, se necesitan también más soldados para cuidarlas.

El filósofo alemán F. Nietzsche se reía de Feuerbach, Carl Marx y en general de los ateos del tiempo, de los cuales decía: ateos insensatos. Hipócritas, han renunciado a Dios para construirse otros dioses. Nietzsche, también ateo, por su parte proponía otro tipo de ateísmo: Renunciar absolutamente a Dios y a cualquier otra referencia. Decía: Que la referencia sea el hombre mismo; proponía crear un superhombre, lleno de poder, capaz de generar algo absolutamente nuevo, que empiece de cero y no de lo que otros han construido.

Efectivamente, se trata de dos grandes tentaciones del ser humano: construirse otros dioses o cada quien constituirse en su propio dios. El hombre tiene necesidad de sostener su vida en algo o alguien, de ahí que cuando ese alguien no es Dios, entonces necesariamente se construirá otros dioses, otras seguridades o él mismo se autoconstituye en su máxima referencia personal. Pero fuera de Dios, ¿el ser humano dónde puede encontrar algo que le dé profundidad y sentido pleno a su existencia? Todo lo demás es circunstancial y está muy por abajo del hombre mismo. Y cuando la referencia es el propio ser, entonces ¿hacia dónde crecer? Toda persona tiene hambre de plenitud, pero la máxima plenitud nadie se la puede dar a sí mismo.

En definitiva, las necesidades más grandes del hombre no pueden ser satisfechas construyéndose dioses o referencias a la medida o al antojo personal; el ser humano crece y trasciende cuando busca metas muy superiores, las cuales solo puede dar Dios; con la ventaja, además, de que lo que la fe nos propone no elimina ni lo circunstancial, ni lo personal, pues la fe ilumina e integra todo.

¿Pero cómo vencer esas tentaciones para no apartarnos del Dios verdadero o para no creer en Él con tibieza? Esas tentaciones se vencen haciendo la prueba para comprobar lo bueno que es Dios. Así lo hizo Naamán, quien por escuchar y creer en la palabra del profeta, no solo encontró la salud física, sino sobre todo la salud espiritual, por lo cual decide: “a ningún otro Dios volveré a ofrecer más sacrificios” (2 Re. 5, 17). Así lo hizo también el samaritano, que al creer en Jesús encontró la salud y la salvación, por lo cual regresó alabando a Dios; de ahí que Jesús lo confirma en la fe: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado” (Lc. 17, 19).

San Pablo, por su parte, nos exhorta a creer en Jesucristo, el enviado de Dios, sabiendo que Él siempre nos será fiel: si morimos con Él, viviremos con Él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con Él; si lo negamos, Él también nos negará; si le somos infieles, Él permanece fiel” (2 Tim. 2, 11-13).

En resumen, ¿para qué complicar la vida poniendo nuestra confianza en la que no es Dios?

¡Que la fe en Dios, sea nuestra máxima fuerza y garantía de vida!

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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