Sin fe no podemos responder a las exigencias de la vida

Sin fe no podemos responder a las exigencias de la vida

XXVII domingo del tiempo ordinario

Para los apóstoles, responder al llamado del seguimiento de Jesús significó lo mejor que les pudo pasar en su vida; con palabras, milagros y con todo su actuar, Jesús siempre mostró con claridad y contundencia que efectivamente Él tenía el poder y la sabiduría de Dios. En ese sentido, los apóstoles cómo no habrían de creer en Él. De hecho, cualquier persona que se decida seguir de verdad a Jesús, podrá constatar lo mismo que los apóstoles. Sin embargo, el camino de la fe no consiste solo en ser discípulo, no es solo estar cerca de Jesús y caminar con Él; la fe también implica asumir una misión, es también una tarea y es ahí donde se exige una fe más sólida.

En el proceso del Evangelio de San Lucas, en el capítulo 10, Jesús hace el primer envío de sus discípulos, los manda de dos en dos, y a partir del regreso de esa misión Jesús va subiendo de tono las exigencias del Reino, las exigencias de la fe: resulta que hay que preferirlo a Él más que a nadie, resulta que es difícil que los ricos se salven, resulta que hay que perdonar a todos incluso a los enemigos y tantas exigencias más. Y es precisamente a partir de esas exigencias por lo que ellos deciden hacer a Jesús una petición fundamental: “Señor, auméntanos la fe” (Lc. 17, 5). Es decir, hemos creído en ti y no tenemos duda de que contigo lo tenemos todo, pero para enfrentar las exigencias de la misión que nos pones necesitamos más fe.

El simple seguimiento sin misión, puede ser cómodo y engañoso, pues es buscar la parte que nos conviene, sentirnos protegidos y complacidos por Dios, pero descubrir que la fe tiene exigencias y que debe convertirse también en servicio, es lo que a veces no resulta tan fácil, por eso plantean una de la peticiones más grandes: “Auméntanos la fe”.

Si antes se pensaba que la fe era algo pasivo, que era creer en un Dios lejano y que todos debían vivir a expensas de lo que a ese Dios se le ocurriera; ahora Jesús nos hace ver que no es así, sino que la fe es prepararnos para estar siempre a la altura de las exigencias y de las tareas más sublimes de la vida. La fe también es enfrentar los retos con decisión, bajo el marco de comprensión y confianza que solo Dios nos da; es saber abrirnos camino por la vida y colaborar con Dios para compartir la riqueza del Evangelio y la belleza de la vida; de ahí que la fe nos lleve necesariamente a la satisfacción de saber que hemos cumplido: “Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: No somos más que siervos; solo hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc. 17, 10).

Modos de pensar como: “Yo rezo, voy a misa y comulgo, pero mis negocios, mi trabajo y, en general, mi vida allá afuera es algo muy independiente de mi religión”; “hago todo lo que quiero, a mi antojo, y si me complico la vida, Dios que es bueno y poderoso que me ayude”; “peco y me doy a la vida libertina, pero en la hora de mi muerte, como sí quiero ir al cielo, que Dios me perdone, al cabo que Él es bueno y misericordioso”. Eso no es el camino de la fe, una fe así no nos resuelve la vida, sino todo lo contrario, nos la complica.

El Señor, efectivamente les aumentó la fe a los apóstoles y gracias a eso, ellos no solo fueron por el mundo compartiendo la Buena Nueva de la salvación, sino que además fueron capaces de dar testimonio de esa fe con su propia vida, por eso murieron en la Cruz igual que su maestro.

Sin duda, también nosotros tenemos necesidad de más fe, por eso no dudemos en decirle al Señor: “¡Auméntanos la fe, así te seguiremos buscando, pero también seguiremos cooperando contigo, con nuestro granito de arena, para que este mundo sea diferente!”

Pbro. Carlos Sandoval Rangel