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Cuando Jesús entra en el corazón, el mundo se ve diferente



Cuando Jesús entra en el corazón, el mundo se ve diferente

XXXI domingo del tiempo ordinario

En su camino hacia Jerusalén, el Señor Jesús había hecho una sentencia muy dura y contundente: “Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios” (Lc. 18, 25). Pero el mismo Señor, presentó la más grande y la única alternativa: “Es imposible para los hombres, más no para Dios” (Lc. 16, 27). Los humanos fácilmente nos cegamos y permitimos que el corazón se apegue a lo que nos rebaja, a lo que nos divide, en vez de aspirar a lo que sí nos ennoblece.

En Jericó quedó demostrado que efectivamente, lo que es imposible para los hombres no lo es para Dios. Jesús va cruzando la ciudad y un hombre llamado Zaqueo quiere conocerlo, pero ante la imposibilidad por el gentío y por ser de baja estatura, Zaqueo se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí, más la sorpresa nunca esperada sucedió cuando Jesús le dice: “Zaqueo, bájate pronto porque hoy quiero hospedarme en tu casa” (Lc. 19, 6). Y como dice el evangelio, “Zaqueo lo recibió con alegría”. Ahí cambia radicalmente la vida de Zaqueo, pues el que estaba ciego por el dinero y el poder, ahora empieza a ver y a entender de otro modo la vida, encuentra la alegría y la salvación.

Zaqueo era rico, jefe de publicanos, pertenecía a los funcionarios, los cuales con tal de quedar bien con el imperio romano y de quedarse también ellos con un buen saldo económico, explotaba al pueblo. Además Jericó era una población de paso, tipo aduana, lo que implicaba una gran movilización comercial y económica. En estos contextos se movía Zaqueo, lo cual le impedía pensar con sensatez hacia los demás. “Si el prójimo, -como dice San Agustín-, es el atajo más seguro para llegar a Dios”, de qué modo Zaqueo hubiera podido encontrar la salvación, dado que su tarea era precisamente explotar al prójimo.

Pero Jesús no lo conquistó con discursos políticos o moralistas, sino que entró en su casa y en su corazón, y eso permitió a Zaqueo entender la vida de un modo diferente; pues la alegría que produce Jesús, con su presencia, nos hace ver a los demás de modo diferente: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más” (Lc. 19, 8). Ahora Zaqueo puede ver y amar a los pobres.

Ese es el camino de Jesús, conquistar corazones, para llenarlos de la alegría que solo Él puede dar, la alegría que nos permite amar a los otros, especialmente a los más necesitados; en eso radica la verdadera conversión, este es el camino que hace al mundo diferente. Cuando Josué lideraba al pueblo de Israel, para hacerlo entrar en la tierra prometida, tuvo que derribar las murallas de Jericó. Hoy Jesús, con la conversión de Zaqueo, nos recuerda que también Él quiere llevarnos a la tierra prometida, a la salvación, al Reino de los cielos, pero Él no lo hace derribando los muros de las ciudades, sino los muros del corazón, como lo hizo con Zaqueo; por eso Jesús añade: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19, 10). Sin duda, Zaqueo entendió que así como las riquezas impiden a unos llegar al Reino, a otros les pueden ayudar para encontrar la misericordia de Dios.

No usemos a Dios para obtener riquezas, mejor pidamos a Dios que nos ayude a usar las riquezas para encontrarlo a Él. Podemos pedírselo en la oración y en los sacramentos, para que nos ayude a encontrarlo en los más necesitados.

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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