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Un riesgo: “Manipulación ciudadana en vez de participación ciudadana”

“Manipulación ciudadana en vez de participación ciudadana”

De una cosa están más que convencidos los grandes clásicos de la política: “La grandeza de un pueblo se construye por la participación de sus ciudadanos”. Pero la participación no se reduce solo a actividades conjuntas, que pueden implicar de repente referencias solo externas, como puede suceder a veces en contratos sociales, en alianzas políticas o acuerdos laborales. La participación ciudadana, artífice de un verdadero humanismo, parte de algo más profundo que es posesionar el significado de la persona y el modo como ésta es clave en la construcción de una buena sociedad. Martín Buber, Karol Wojtyla, Carlos Díaz y otros pesadores contemporáneos, al plantear la relación que debe haber entre la persona y la comunidad o la sociedad, hablan de la necesidad de generar una cultura humanista donde las relaciones interpersonales estén sustentadas en la capacidad de ver al otro como un “tú”. Es decir, de impregnarnos del valor de nuestra libertad, defender nuestra inalienabilidad, nuestra autonomía y cada principio que nos colocan en lo más alto de nuestra dignidad; pero, a su vez, ser conscientes de que eso mismo significa cada persona, por el hecho de ser persona, no importando si es rica o pobre, si tiene un título académico de máximo nivel o simplemente no sabe leer. Debo colocar a cada persona a la altura más sagrada de mi propio ser, es ahí donde nos entendemos en una relación “yo- tú”, viendo el “tú” a la altura de mi ser. Es ahí donde toma su auténtico significado el “nosotros”, que une personas en el nivel de personas y no personas vistas como una simple cosa o una ficha de dominó a la cual puedo mover a mi antojo, como sucede a veces en tantos ámbitos de la vida humana actual.

Atrevernos a ver al otro como lo más digno por el hecho de ser persona, más allá de las cualidades o debilidades, se convierte en el principio clave que nos facilita valorar, respetar y promover a cada persona. Aquí se sustenta la diferencia entre una sociedad construida por alianzas y acuerdos pragmáticos y utilitaristas, con intereses materialistas o de poder, como sucede hoy como algo cotidiano; a diferencia de una sociedad con visión de real humanidad donde se defienden los valores de la persona al costo que sea necesario. Un proyecto de sociedad que pone al centro el valor absoluto de cada persona, no manipula, pues defiende la plena libertad humana y por lo tanto evita que la persona caiga en alienaciones, en manipulaciones o condicionamientos.

Por desgracia la tentación de crear sistemas sociales con las artimañas de la manipulación, del miedo, del abuso, del chantaje, de la ignorancia y otras más, es lo que empobrece nuestro país. Sin esos males no habría tentación de despenalizar el aborto, pues al valorar a la persona la defenderíamos desde el seno materno; no habría votos ciegos que se dan de modo corporativo, pues por qué un líder habría de decidir por quién deben votar todos sus agremiados; no habría manifestaciones masivas de personas que a veces no saben con exactitud el contenido de sus protestas, siendo comúnmente víctimas de su ignorancia y de la manipulación. Sin esos males, que anulan la libertad personal, muchas reformas, que urgen a nuestro país, hubieran sido aprobadas, pues por encima de los intereses de grupo prevalecería el dar respuesta a las necesidades de la nación. Con una cultura clara sobre el valor de la persona habría más equidad, pues se entendería que cada trabajador, por ser persona, tiene derecho a ser remunerado no de acuerdo a la ley, que puede ser injusta, sino de acuerdo a sus aportaciones laborales y a sus necesidades reales.

La falta de una auténtica cultura de la libertad humana, sustentada en la dignidad, en la autonomía y en la promoción integral de la persona, seguirá siendo de los grandes enemigos de nuestra patria; pues eso se convierte en campo fértil para quienes se acostumbran a dominar y engañar. Pero la cultura sustentada en el valor de la persona la debemos trabajar todos, cada individuo, cada familia, cada institución; si solo nos quejamos y no trabajamos seguiremos siendo víctimas y cómplices de situaciones inhumanas.

Carlos Sandoval Rangel

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