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¿Somos o no somos de Dios?


XXI Domingo del tiempo ordinario

A Dios le repugnan los tibios; Él es tajante, simplemente, o somos de los suyos o no lo somos, en la fe no caben los neutros. Es por eso que Josué habla al pueblo y le aclara: “Si no les agrada servir al Señor, digan aquí y ahora a quien quieren servir” (Jos. 24, 1). Dios quiere hacer una alianza con su pueblo: “Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ex. 24; Dt. 13), pero no quiere que el pueblo sienta aquello como una obligación, Dios ya les ha demostrado su cercanía y grandeza, ahora el pueblo puede evaluar y decidir.

Pero el tiempo definitivo para decidir si somos o no somos de Dios está marcado por Jesús, pues Él viene para sellar la “alianza nueva y eterna”, a eso sube a la Cruz, para con su sangre unir de una vez por todas a Dios con aquellos que deciden elegir el camino de su amor. De ahí que después de que muchos se escandalizan y lo abandonan al escuchar que su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida (Cfr. Jn. 6, 55), Jesús cuestiona con rigor a sus discípulos: “¿También ustedes quieren dejarme?” (Jn. 6, 69).

La respuesta de Josué fue: ustedes deciden si sirven o no a Dios, pero “en cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor” (Jos. 24, 2). La respuesta de Pedro, en nombre de los apóstoles es: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabra de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tu eres el santo de Dios” (Jn. 6, 55). Josué y los apóstoles superan el dilema, alejan toda duda y reafirman su fe y convicción por Dios, pero es el dilema que debemos superar nosotros todos los días. Las invitaciones de otras voces que nos distraen y meten confusión, respecto a Cristo y a su obra que es la Iglesia, son muchas e intensas.

Dios nos da libertad, solo que debemos decidir con firmeza y no estar a medias, pues no se vale decir: Creo en Cristo pero no en su Iglesia, como si la Iglesia no fuera fundada por Dios y como si ésta no estuviera sostenida por Él, a pesar de la debilidad de sus miembros humanos. Hay quienes dicen que no creen en la Iglesia pero si quieren que le bauticen al hijo, que le celebren los XV años, que le confiesen al familiar que está muriendo y luego la Misa de funeral. O creo pero no practico. ¿Crees o no crees en Jesús y su obra? Y mucho menos es válido decir que creemos en Dios pero vivimos llenos de supersticiones, miedos infundados y fantasías.

Nietzsche, filósofo ateo, criticaba a los ateos a medias como Carlos Marx, Feuerbach y otros, pues decía: ellos renuncian a Dios pero quieren quedarse con lo que se ha construido en torno a Él, además de que no pueden ser ateos pues se construyen otros dioses. Y agregaba, si quieren ser ateos que lo sean de modo radical.

El ser humano tiene una alta dignidad y una extraordinaria capacidad para elegir las cosas buenas de la vida, pero se hace daño cuando elige a medias, situación que se agrava en el tiempo actual, pues como dice el Papa: “La fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no pueden haber conflicto, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad” (Porta Fidei, 12).

Sin la ciencia el ser humano no podrá llegar a toda la hondura de los misterios que Dios sembró en la naturaleza, tan perfecta. Sin la fe, la verdad que la ciencia nos pone de manifiesto no alcanzará su debida trascendencia.

¡Haz la prueba y verás que bueno es el Señor!

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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