Home » » No podemos encajonar a Dios

No podemos encajonar a Dios


XVIII domingo del tiempo ordinario

El capítulo 6 del Evangelio de San Juan nos ofrece una profunda enseñanza sobre uno de los temas de la fe más importantes: “Jesús Pan de vida”. Todo parte de algo que pareciera un incidente más de la vida: Ante la necesidad de la gente que le sigue, Jesús realiza el milagro de la multiplicación de los panes (Cfr. Jn. 6, 5-11); milagro que de inmediato la gente interpreta como un signo divino y llegan a concluir que Jesús es el verdadero profeta, el esperado de los tiempos (Cfr. Jn. 6, 14).

Pero de ese acontecimiento se suscitan una serie de situaciones que ponen de manifiesto las limitaciones humanas y el poco entendimiento respecto a la altura de los planes divinos; para empezar, viendo el poderío de Jesús, lo quieren proclamar rey (Cfr. Jn. 6,15), con lo cual quieren solucionar una problemática socio-política, en Jesús ven la garantía para sacudirse el yugo del imperio romano. Pero la misión de Jesús va más allá de una problemática política, por eso se aleja del lugar. Al día siguiente, ya en Cafarnaúm, la gente vuelve a encontrar a Jesús y Él viendo sus intenciones les reprende: “Les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse” (Cfr. Jn. 6, 26).

Así tendemos a ser los seres humanos, buscamos a Dios cuando tenemos determinadas necesidades y quisiéramos retenerlo por lo que se nos ofrezca, para que nos resuelva caprichosamente los problemas, a veces intrascendentes, que agobian nuestra mente. Con esto no solo empobrecemos la imagen de Dios, sino que sobre todo nos empobrecemos nosotros mismos; pues es querer que la vida gire en torno a nuestros intereses, en vez de darle chance a Dios de que nos ayude a tener una visión de vida más completa. Dios nos apoya aun en las cosas pequeñas de la vida, pero Él quisiera que nosotros nos diéramos la oportunidad de pensar más allá de las circunstancias cortas e inmediatas. Por eso la exhortación de Jesús: “No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna” (Cfr. Jn. 6, 27). No piensen solo en resolver la dimensión material de la vida, piensen también en resolver otras dimensiones, sobre todo esa parte interior que nos brinda seguridad y fortaleza, de donde surgen las decisiones, donde más se facilita el encuentro con Dios, donde se resuelven no solo los proyectos temporales, sino también el proyecto de la vida eterna.

No podemos buscar a Dios solo por lo que nos da o por las necesidades que nos resuelve, busquémoslo por Él mismo. Lo más valioso no es el pan que nos da, sino su mismo ser. El milagro de la multiplicación de los panes fue para mostrar que Dios está entre nosotros; de ahí que en lo sucesivo del capítulo se presentará como el nuevo pan, el pan que da vida eterna.

Si Jesús es el pan que nos hace vivir, supliquémosle al Padre, como decía Dante Alighieri: “Danos hoy el pan de cada día, sin el cual, por este áspero sendero, va hacia atrás quien más en caminar se afana” (Divina comedia). Sin Jesús, la vida no solo se vuelve más áspera sino que además, cada vez pierde su verdadero rumbo. Sin Jesús, Pan de vida, nos desgastamos mucho en cuestiones de corto plazo, desde Él toda nuestra existencia toma las más altas perspectivas.

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
Comparte este articulo :

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Soporte : Diocesis de Celaya | OFS en Mexico | Sacerdotes Catolicos
Copyright © 2013. Padre Carlos Sandoval Rangel - Todos los Derechos Reservados
Sitio creado por Pastoral de la Comunicacion Publicado por Sacerdotes Catolicos
Accionado por El Hermano Asno