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¡No está aquí; ha Resucitado!


Domingo de Resurrección

Las mujeres fueron a toda prisa al sepulcro, para embalsamar el cuerpo del Señor Jesús, pero el Ángel les da la gran noticia: “¡No está aquí; ha resucitado!” Se trata de la noticia más impactante que se ha sentido en la historia de la humanidad. Hombres buenos ha habido muchos; pero que alguien muera y resucite para no morir más… eso sí sobrepasa el alcance de cualquier cálculo humano.

El significado más profundo de la muerte implica privación de la visión de Dios. Es quedar fuera de las bondades divinas. De hecho la Sagrada Escritura habla del lugar de los muertos como los infiernos o el Sheol (Cfr. Flp. 2, 10; Hech. 2,24; Ap. 1,18; Ef. 4,9); pero las mismas escrituras afirman que “Jesús resucitó de entre los muertos” (Hech. 3,15; Rm. 8,11; 1 Cor. 15,20), indicando que antes de resucitar permaneció en el lugar de los muertos (Cfr. Cat. Ig. Católica 632). “Jesús reconoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador para proclamarles la Buena Nueva a los espíritus ahí detenidos” (Ibidem; Cfr. 1 Pe. 3, 18-19).

Antes de que Cristo muriera y resucitara, el “lugar de los muertos” aparecía como un estado definitivo para los que dejan la vida terrenal; pero después de la muerte y resurrección de Cristo, para aquellos que viven unidos a Él por la fe y la gracia, la muerte es un simple paso; es parte solo de un proceso, y por lo tanto, nunca será algo definitivo.

Desde el inicio, la Iglesia celebra la muerte y resurrección de Cristo como el evento definitivo de la salvación. Cristo, con su muerte y resurrección, hace posible la plena libertad humana pues el ser humano libre del pecado, tiene la posibilidad definitiva de lograr sus máximas realizaciones, al grado que ni la misma muerte puede ya limitarlo.

Nadie testificó físicamente el momento de la resurrección; las mujeres sólo encontraron el sepulcro vacío, por lo que después Cristo debió confirmar la noticia del Ángel a través de sus apariciones. El hecho sucede en el silencio de la noche. Por eso la Iglesia canta el Sábado Santo por la noche: “¡Oh, noche tan dichosa, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!” Desde entonces, la fe de la Iglesia gira en torno a este hecho contundente de salvación como lo atestigua el apóstol Pablo: “Porque les transmití, en primer lugar, lo que a su vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las escrituras; que se apareció a Cefas (Pedro) y luego a los doce” (1 Cor. 15, 3-4). Se trata de la tradición de resurrección presente en la Iglesia desde sus orígenes.

Con fe y devoción también nosotros unámonos a la proclamación alegre que la Iglesia ha hecho por más de veinte siglos: “¡Es verdad, Cristo ha resucitado!”

Pbro. Carlos Sandoval Rangel.
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