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Estando reunidos a puertas cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos


Segundo domingo de pascua

Para nuestra fe cristiana es fundamental entender qué es la Resurrección de Jesús. Sin esto, Él queda al nivel de un buen pensador, un excelente promotor humano, un extraordinario héroe, un magnifico ideólogo, etc., dimensiones, de hecho, resaltadas en Jesús por parte de muchos, incluso no cristianos; pero si no se va más allá de ellas, Jesús no dejará de estar ubicado en la dimensión de categorías humanas físico-temporales, sin llegar a lo más grande que es su dimensión divina. Jesús no ha sido el único que ha revitalizado un cuerpo sensiblemente muerto, no es el único que ha dado salud a los enfermos, que ha muerto por otros, a quien hayan seguido masas, entre otras cosas; pero la diferencia de Jesús es que Él lo hace con medios, con un significado y un fin diferente a los demás. Mas, por encima de todos los prodigios realizados, Jesús es diferente a cualquier otra persona y reafirma ser Dios, con el hecho de su Resurrección, pues no resucita para esta vida ordinaria, sino a una vida gloriosa fuera de las limitantes del espacio y del tiempo.

Se vuelven significativas las palabras del evangelio: “Estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz esté con ustedes. Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor Jesús”. Lo que indica que se trata del mismo Jesús que contemplamos en el pesebre, el mismo que recorrió galilea predicando la buena nueva y realizando signos milagrosos, pero ahora tiene una dimensión nueva: ya no está sujeto a las limitantes del espacio y del tiempo, por eso puede entrar, a pesar de que las puertas estén cerradas. Eso es la resurrección gloriosa de Jesús. No es un cadáver reanimado, sino alguien que vive desde Dios de un modo nuevo y para siempre. Se aparece y los discípulos reconocen que Él es. En sus apariciones deja claro que su actuar es diferente porque no vive sujeto a las leyes del espacio y del tiempo. Es Él con su cuerpo, pero es un cuerpo trasformado que trasciende los límites físicos, que tiene un nuevo modo de existir.

Para muchos científicos, las ideas de la resurrección resultan irreales; pero otros simplemente dicen: la realidad que estamos acostumbrados a palpar sensiblemente, no es la única. En ese sentido, la resurrección de Cristo es algo que sale de los alcances de nuestra experiencia ordinaria. Por eso, como explica el cardenal Ratzinger, el modo como se aparece Jesús resucitado “corresponde a esa dialéctica del reconocer y no reconocer. Jesús llega a través de las puertas cerradas, y de improviso se presenta en medio de ellos. Y, del mismo modo desaparece de repente. Él es plenamente corpóreo. Y, sin embargo, no está sujeto a las leyes de la corporeidad, a las leyes del espacio y del tiempo. En esta sorprendente dialéctica entre identidad y alteridad, entre verdadera corporeidad y libertad de las ataduras del cuerpo, se manifiesta la esencia peculiar, misteriosa, de la nueva existencia del Resucitado” (Jesús de Nazaret, 2ª. parte).

Gracias al nuevo modo de existencia de Jesús, propio de la resurrección, donde sigue siendo Él pero rebasa las limitantes físicas, podemos entender cómo es posible que Él esté en la hostia consagrada y que actúe en general en cada sacramento. Anunció a los apóstoles: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”; es decir, tiene una vida más allá del desgaste del devenir temporal. Por eso en la última cena, “tomó el pan y les dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes… tomó el cáliz y les dijo: esta es mi sangre que será derramada por ustedes”. Pero todas estas enseñanzas y muchas más no fueron comprendidas sino hasta después de la resurrección, cuando descubren que Él es capaz de una presencia que va mucho más allá de la experiencia sensible ordinaria, pudiéndose así encerrarse en un simple pan. Gracias a este nuevo modo de existir propio de la resurrección, Jesús puede llegar de modo directo hasta cada uno de nosotros para despejar nuestras dudas, como lo hizo con Tomás, puede estar con nosotros para regalarnos la paz más profunda, como lo hizo con los apóstoles.

En esta nueva dimensión de vida, la eterna, la que va más allá del tiempo y el espacio, es en la que creemos, es a la que aspiramos, es la que se vuelve accesible para nosotros gracias a la Muerte y Resurrección de Cristo. Hasta allá llega la esperanza que nace de la fe.

Pbro. Carlos Sandoval Rangel

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