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Meditaciones para el Rosario viviente


27 de octubre 2012

Tema: “Familia y fe”



PRIMER MISTERIO: “DEBEMOS RESCATAR LA FAMILIA”

Con cuánta razón, en 1981, su Santidad Juan Pablo II nos hacía una seria advertencia: “La familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura[1]. Aquella advertencia del Papa era el comienzo de un proceso doloroso que hoy podemos constatar cada vez más intenso, con permanentes amenazas y los ataques directos contra esta sagrada institución. Sin embargo, a pesar de todo, gracias a Dios muchas familias se mantienen firmes en los valores sólidos del Evangelio, pero también, por desgracia, muchas otras se sienten inciertas y desanimadas, algunas otras viven en la duda e ignorancia respecto al significado y la verdad en que se pueden sostener, y unas simplemente han caído en la tentación de faltar a la verdad y la belleza de la persona y la familia.

Falsificando el significado del amor se ha también desfigurado la tarea de la familia, como educadora del amor verdadero; minimizando la belleza de la verdad se ha también devaluado el papel de la familia en su tarea de formar a sus hijos en los sólidos principios.

Desgraciadamente, en muchos sectores, han sido bien recibidas las campañas que llevan la consigna de debilitar la familia, por ejemplo: todas las propagandas contraceptivas, que antes que favorecer los vínculos familiares, han propiciado relajación sexual con sus graves consecuencias como el sida, el aborto, las infidelidades, los hijos sin padre o madre, etc. Otras todavía son más directas, por ejemplo la que encabeza Michaelangelo Signori (líder activista homosexual), que tiene como lema: “Debemos erradicar el matrimonio”.

Todo lo anterior significa, sin duda, un peso difícil y doloroso, sin embargo, hay algo aún más grave: “Que muchas familias se han apartado de la fe u otras simplemente han optado por una vida de modo superficial”. La familia firme en la fe resiste todo y es como un oasis en medio del mundo, en cambio la familia lejos de la fe solo queda expuesta a perder su significado y traicionarse a sí misma. Por eso si queremos rescatar la humanidad, hagámoslo rescatando la familia, y ésta la rescatamos ayudándola a regresar al camino de la fe. Regresemos al camino de la fe. “¡FAMILIA, TU CAMINO, TU GRANDEZA Y TU SIGNIFICADO, ESTÁ EN LA FUERZA Y BELLEZA DE LA FE!”. María Santísima y san José, el hombre justo, ya nos dieron ejemplo de ello.

SEGUNDO MISTERIO: “DEBEMOS RETOMAR EL CAMINO, A EJEMPLO DE LA SAGRADA FAMILIA”

Solo hay un camino para retomar el rumbo: La fe. Familias, vuelvan por favor el camino de la sabiduría divina. La fe no les quitará sus aspiraciones económicas, ni sus estudios, ni sus proyectos de superación, solo les ayudará a ser más humanos, a entender el porque de la vida, les enseñará a disfrutar y ordenar todo.

Familias del tiempo actual, familias aquí presentes, la fe es el camino que no falla, tenemos un ejemplo infalible de ello: “La sagrada familia”, la familia de Jesús, José y María. La familia de Nazaret nos enseñó que la confianza absoluta en Dios, debe estar por encima de cualquier lógica y pronóstico humano.

La sagrada familia desde sus comienzos supo entrar en los caminos divinos. ¿Cómo habríamos de olvidar las palabras con que María da su respuesta decisiva al Ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”[2]? Con estas palabras María estaba comprometiendo todo su ser, a favor de los proyectos divinos que son siempre la salvación de la humanidad.

Pero no solo María, pues de igual modo José, quien por su parte, “al despertarse del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer”[3]; con lo cual le estaba diciendo al Señor: “Estoy dispuesto a hacer lo que tu deseas. Quiero cooperar contigo para que la humanidad sea diferente, sea nueva. María y José estaban poniendo su pequeña providencia en las manos de la Providencia Divina; porque eso es la fe, saber poner nuestra pobre providencia en las manos de la Divina Providencia. Este es el camino en que muchas familias no han confiado o no se han dado tiempo para conocer o simplemente no han querido andar. El año de la fe, al que el Papa Benedicto nos está convocando, es la oportunidad para redescubrir este camino diseñado por Dios mismo y que es garantía de todo bien.

TERCER MISTERIO: LA FAMILIA DEBE SER EL ESPACIO PARA DIOS

La fe unió a María y a José para realizar el mejor de todos los peregrinajes, el peregrinar de los creyentes, se trata del nuevo camino para todas las familias y todos los seres humanos, el caminar en la fe. “Lo que hizo José le unió en modo particularísimo a la fe de María, aceptó como verdad providente de Dios lo que ella ya había aceptado en la Anunciación”[4]; se trata de los nuevos vínculos, propios de la salvación naciente. En adelante, los motivos de unidad y de encuentro entre las personas no serán solo terrenales, sino además y sobre todo divinos, como es el caso de María y José.

Si ante la fe de María Santa Isabel se refirió a ella con la exclamación “Feliz la que ha creído”[5], de igual modo debemos de decir de José “feliz el que ha creído”. Pero esa fe es la que necesita hoy la familia, para evitar que le arrebaten su tarea en la formación de personas arraigadas en los valores humanos y cristianos. Toda familia está llamada a dar un sí desde la fe, a ejemplo de María y José, pues solo así la familia se constituye en un espacio de Dios.

Las situaciones lastimosas en muchos matrimonios, las campañas para desfigurar el significado del matrimonio y las propuestas seductoras en que muchos matrimonios se ven atrapados, donde comprometen la verdad y dignidad de la persona, se evitarían dando espacio a Dios. Los obispos en Aparecida nos recuerdan que en la familia la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios[6]; en la familia se vive la primera experiencia de amor y fe. Ahí, en una familia, aprendió a creer y a amar el mismo Jesús, por eso quiere y defiende tanto a las familias, por eso quiere seguir presente en ellas, para comunicarles el amor divino.

Cuando en la familia cabe Dios, dándole el lugar predilecto, entonces las palabras simples, los gestos y toda acción logran una dimensión muy significativa. “La familia de Nazaret llevó una vida ordinaria, como la llevan millones de familias en el tiempo actual, pero su secreto fue santificar lo más menudo, lo que otros consideran sin valor”[7].

CUARTO MISTERIO: LA FAMILIA DEBE SER UN EVAGELIO VIVIENTE

“Bienaventurada normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios”[8]. Es ahí donde toman sentido las palabras del Papa: “El matrimonio constituye en sí mismo un Evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en particular para el mundo secularizado”[9]. Que el hijo entienda el amor de Dios a través de la experiencia de amor que se vive en el calor del hogar. Que el mundo entienda que el amor si es posible al ver a tantas familias constituidas en un santuario donde se ama a Dios y al prójimo. “La unión del hombre y la mujer, su ser «una sola carne» en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble, es un signo que habla de Dios con fuerza, con una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis”[10]. No olvidemos que el matrimonio, como unión de amor fiel e indisoluble, se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor fiel hasta la cruz[11].

QUINTO MISTERIO: FAMILIA, ESCUELA DE FE

Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la fe y la crisis del matrimonio. Necesitamos no solo evangelizar el matrimonio, sino que el matrimonio evangelice[12]. Ya lo había señalado el Papa Pablo VI: “La familia, debe ser un espacio donde el Evangelio sea transmitido y desde donde éste se irradie”[13]; y lo vuelve a subrayar Juan Pablo II: “La futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica”[14].

Qué dicha que un matrimonio no desperdicie el tiempo que tiene en sus manos a sus hijos, pero qué crimen, que un matrimonio se ocupe de todo menos de formar a sus hijos en la fe y el amor. Qué dicha que un matrimonio, aprovechando el potencial que Dios le depositó, se constituya en una fuente de amor y vida para el mundo, pero que enorme irresponsabilidad que un matrimonio se atreva a echar a los hijos al mundo, sin las herramientas fundamentales, exponiéndoles no solo a ser absorbido por el mal, sino a que se convierten en constructores de la maldad.

La humanidad no puede sostenerse sin la riqueza propia del matrimonio. Sin él, la humanidad seguirá en decadencia. La fuerza de nuestros pueblos siempre estuvo sostenida por sus valores y arraigos culturales, aprendidos y acuñados, primeramente, en el seno de las familias. Más la inercia de matrimonios artificiales, de rápida caducidad, ha contaminado el sentido mismo de la vida humana.

Familia vive lo que te toca, según el fin con que fuiste creada.

¡SE UN EVANGELIO VIVO!

Tu misma vida ya debe hablar de Dios

¡ENAMÓRANOS DE DIOS!



Pbro. Carlos Sandoval Rangel






[1] Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 1


[2] Lc. 1, 38


[3] Mt. 1, 24


[4] Juan Pablo II, Redemptoris custos, 4


[5] Lc. 1, 45


[6] Aparecida, 119


[7] J. María Escrivá de Balaguer, Es Jesús que pasa, 148


[8] Ibídem


[9] Benedicto XVI, Homilía, Misa de apertura del sínodo de los obispos, 7 octubre ‘12


[10] Ibídem


[11] Cfr. Ibídem


[12] Ibídem


[13] Pablo VI, E. N. 71


[14] Juan Pablo II, F. C. 52; cf. Puebla, discurso a los obispos.
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