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Compartamos la dicha y la alegría de creer en Jesús


Domingo mundial de las misiones

Celebramos el domingo mundial de las misiones, en el cual recordamos la especial tarea que Cristo dejó a su Iglesia de darle continuidad a la obra de la salvación; esto, con la enorme responsabilidad de procurar que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dicha tarea, nos ha recordado Benedicto XVI, hoy se debe realizar en dos vertientes: “Ad gentes”, es decir, compartir la Verdad del Evangelio con aquellos que no conocen a Jesús, pero también como “Nueva Evangelización”, que significa re-evangelizar a aquellos que un día fueron bautizados, pero que ahora viven como si Dios no existiera (Homilia, 7 de octubre del 2012).

La Iglesia es depositaria de un tesoro divino, “el tesoro de la fe”. Un tesoro que implica un conocimiento de las cosas de Dios y, desde Dios, un conocimiento de la vida; implica celebrar dicha fe, lo cual hacemos en los sacramentos, que nos nutren y permiten el encuentro personal con la gracia divina; pero la fe es también un tesoro que nos exige un modo de vida, la vida arraigada en el amor. Del tesoro de la fe vivimos los hijos de la Iglesia, ahí nacimos a través del bautismo, de ahí nos seguimos nutriendo cuando oramos, cuando participamos de los sacramentos, cuando meditamos en la Palabra de la Verdad. Ahí, en la fe, nos encontramos y compartimos la vida con los hermanos.

Pero además, la fe es un tesoro que debemos compartir, pues así fue el mandato de Cristo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” y con ese poder, vayan, pues, y “enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les ha mandado” (Mt. 28, 17-20). Por lo tanto la Iglesia no puede guardar los bienes de la salvación para sí misma, tiene la tarea de compartirlos con la humanidad entera, tarea que no enfrenta sola pues Cristo mismo la asiste, de acuerdo a su promesa: “Sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20).

El año de la fe, a que el Benedicto XVI nos ha convocado, es una respuesta urgente que él quiere que demos al mandato que Cristo dejó a la Iglesia, por eso, nos dice, “también hoy es necesario un compromiso eclesial (de todos) más convencido a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”. Y aclara, “la fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo” (Porta Fidei, 7).

Celebrar el domingo mundial de las misiones, como lo hacemos hoy, significa recordar que todos los días tenemos la tarea de compartir la fe, pero el Papa quiere que durante este año vivamos y compartamos dicha fe con más intensidad, es decir que nos convenzamos y convenzamos a otros de que el amor de Dios es lo mejor que nos puede pasar. Que el amor de Dios es lo que el mundo más necesita.

El ser humano busca soluciones, respuestas, felicidad, cosas nuevas, y a pesar de que hoy hablamos de un enorme desarrollo y un sin fin de oportunidades, el corazón de muchos parece no encontrar plena satisfacción en nada; de ahí que el papa nos cite el ejemplo de San Agustín, para quien su vida fue una constante búsqueda hasta que su corazón encontró a Dios. Ese es el tesoro que debemos compartir; esa es la dicha y la alegría que a muchos nos ha ayudado a vivir con sentido claro, es lo que estamos llamados a contagiar a aquellos que viven tristes, desesperados y sin rumbos seguros.

Dios nos ha ganado con su amor y en Él ponemos toda nuestra confianza.

Pbro. Carlos Sandoval Rangel

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