Para responder al llamado del Papa, algo importante, entre otras cosas, es conocer más sobre nuestra fe, de ahí que durante este año les invito a que, en este espacio, recordemos el significado de las verdades más importantes de nuestra fe católica.
Una de las grandes fortalezas de la Iglesia Católica ha consistido en tener claro en qué se cree, en contar con unas verdades fundamentales que le dan unidad y orientan de modo común la vida de todos los creyentes. De hecho, para la Iglesia creer significa adherirse a las verdades que Dios nos ha revelado, desde las cuales se quiere regir la vida. Es por eso que desde sus orígenes, la Iglesia se preocupó de exponer las verdades fundamentales en que era importante creer; primero lo hizo con fórmulas breves, como Pablo que se afana en que todos entiendan cómo la salvación parte de un hecho fundamental que es “la muerte y la resurrección de Cristo” (cfr. Hechos, 17, 3).
Así, en adelante, irán apareciendo algunas fórmulas breves que van completando y reafirmando el conjunto de verdades fundamentales, tenemos por ejemplo la llamada “Carta de los Apóstoles” que pedía creer en: el “Padre dominador del universo”, en “Jesucristo nuestro salvador”, en el “Santo Espíritu paráclito”, en “la Santa Iglesia” y en “la remisión de los pecados”. Igual podemos mencionar “el Símbolo Quicumque” llamado también de Atanasio, , el “Papiro litúrgico de Der Balyzer”, las “Constituciones de la Iglesia egipcia”, “La confesión bautismal de la Iglesia Armenia”, así como las profesiones de fe de ciertos Concilios o de ciertos Papas, entre otras. Pero además de esas fórmulas breves, la Iglesia también pronto procuró recoger lo esencial de su fe en resúmenes más organizados y articulados.
Desde luego que las síntesis de fe que la Iglesia fue formulando no se basan en opiniones humanas, sino que son verdades extraídas de la Sagrada Escritura, son las verdades más importantes contenidas en ella, que encierran una verdadera unidad de la fe. Dentro de estas síntesis más organizadas y completas, hay dos que destacan: “El Símbolo de los apóstoles” y “El Símbolo Niceno-constantinopolitano”. El primero es llamado así por contener un resumen fiel de la fe que los apóstoles transmitieron a los primeros creyentes. Era la profesión de fe que hacían los que iban a ser bautizados en Iglesia de Roma. Por su parte, el segundo es fruto de los dos primeros concilios ecuménicos, de los años 325 y 381, respectivamente, el cual sigue siendo comúnmente el que se usa tanto en oriente como en occidente. Estos “Símbolos de fe” o “Credos”, son, desde luego, la síntesis de las verdades o artículos de fe esenciales, pero debe entenderse que de ahí se derivan a su vez otras verdes y consecuencias tanto doctrinales, celebrativas, morales y vivencias en general, de donde se construye la amplitud de la vida de la fe.
Por último, no olvidemos que el credo además que nos muestra las verdades fundamentales que nos facilitan la salvación, el mero hecho de recitarlo con fe “es entrar ya en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la Iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos” (Catic., 197).
Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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