IV Domingo de adviento
Uno de los títulos preferidos que los hermanos Ortodoxos dan a la Virgen María es el de “Madre del buen camino”, y lo hacen con gran razón, pues María es la mujer peregrina, dispuesta siempre a compartir y sembrar la fe. El evangelio continuamente la coloca de viaje: va a visitar a su prima Isabel, va hacia Belén, Egipto, Nazaret, Caná, Jerusalén, el Calvario y después va a casa de Juan, como se lo indicó el Señor Jesús desde la cruz. Pero también gracias a su peregrinar ella se ha hecho presente durante la historia en lugares como México, Fátima, Lourdes y tantos lugares más. De ese modo ella siempre ha estado preocupada por cooperar con todos los seres humanos en el diseño de los caminos de la fe, los caminos que conduzcan hacia su Hijo. Facilita el encuentro con su Hijo.
Nos señala el evangelio que María inició presurosa un largo viaje, de unas cuatro jornadas, para ir a encontrase con su prima Isabel. Un viaje marcado por la fe, de lo cual subrayo dos aspectos importantes: uno, “compartir las experiencias de la bondad de Dios”. Isabel había concebido un hijo, Juan el Bautista, a pesar de su avanzada edad, lo cual era un signo del poder y misericordia de Dios. María, por su parte, llevaba en su seno al Mesías, a Jesús, y esto es el motivo del regocijo del encuentro de aquellas dos mujeres. María va en busca de su prima Isabel, para dar fe de lo que Dios obró en ella; pero también Isabel, ante la presencia de María y movida por el Espíritu Santo, exclama: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre¡ ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seño.” Y alaba la fe de María: “¡Dichosa tú, que has creído!” (Lc. 1, 42-45). Esa es la alegría de la fe, alegrarnos con los otros y compartir el obrar de Dios en nuestras vidas. Para eso es la navidad, para exaltar las maravillas de Dios, empezando por la más grande: hacerse presente entre nosotros, por medio de su Hijo, por eso Jesús es el Emmanuel, “Dios con nosotros”. Navidad es celebrar la dicha de creer en Dios, lo cual se convierte en la puerta para tantas gracias. Otro aspecto a resaltar de la visita de María a su prima Isabel es el hecho de ir a servirle durante su embarazo; pues así nos muestra que la fe no es una cuestión pasiva, sino algo que genera acción en bien del otro. La fe es compartir la vida, de eso modo Dios, a través de nuestra fe, puede tejer diversas realidades que le permiten acompañar y compartir con los que más necesitan.
De ahí que a unos días de celebrar la navidad no podemos perder la oportunidad de suplicarle a María: ayúdanos a encontrarnos con tu Hijo; permítenos llegar al lugar justo donde podamos contemplar y disfrutar de la presencia de tu Hijo. No permitas que la navidad, momento sagrado y sublime, se vea opacado por las distracciones que desconcentren el corazón y la mente. Tu caminar siempre ha sido por Jesús y con Jesús, y así queremos precisamente que sea el camino que nos permita celebrar la navidad.
Necesitamos que María Santísima nos ayude a abrir nuestro corazón para acoger a su Hijo, pues solo así, Él, podrá ser parte de nuestra historia, solo así podremos hacer de nuestro caminar un camino de fe. María acogió a su Hijo, sin la exigencia de tantas pruebas, simplemente, con sencillez, creyó en la Palabra de Dios. También nosotros podemos tomar la Verdad Divina como la máxima que oriente y de sentido a nuestro caminar.
Dios cree en nosotros, por eso nos busca y renueva su presencia en el misterio de la navidad, ¿nosotros seremos capaces de creer también en Él? ¡María Santísima, ayúdanos a dar ese paso definitivo!
Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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