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El verdadero creyente jamás se instala en una vida fácil


XV Domingo del tiempo ordinario

Hay quienes piensan que la vida cristiana consiste en cumplir con ciertos actos de culto. Desde luego atender los sacramentos y ser una persona piadosa es algo importante y fundamental, pero no es lo único, pues ser un verdadero cristiano implica también atrevernos a romper nuestro pequeño mundo y enfrentar un camino, unos riesgos, unos horizontes, marcados por las necesidades del mundo y la fidelidad a las propuestas de Jesús. Ser cristiano es estar dispuestos a conquistar, construir, a denunciar y a generar nuevas realidades. Ser cristiano implica no tener miedo a romper con el estatus de conformidad que a veces nos vamos construyendo. Dios nos eligió no para ofrecernos una vida resuelta, sino para que le ayudemos a humanizar el mundo.

Tenemos el ejemplo del Profeta Amos, que sin ser originalmente profeta, sino un hombre dedicado a cultivar sus tierras y su ganado, el Señor lo llama para ir a profetizar a un pueblo que se ha apartado del buen camino (cfr. Amos, 7, 14-15). Amos creía en Dios y daba culto al verdadero Dios, pero el Señor le pide que vaya a denunciar las injusticias que se cometen en perjuicio de los pobres. Unos gozaban de excesivo bienestar a costa de otros que morían de hambre. Unos trabajaban mientras otros solo querían cosechar. El creyente, gracias a la fe, sabe entender la vida y sabe comprometerse en bien de los demás, jamás podrá permanecer indiferente ante las injusticias y los abusos.

San Marcos nos presenta el envío de los doce (cfr. 6, 7). En el pasaje anterior se había presentado la resistencia de fe que encontró Jesús en su tierra natal, donde no pudo hacer milagros; pero Él ve la necesidad de seguir anunciando la buena nueva del Reino de Dios, pero ahora se apoya en la colaboración de sus discípulos. Los discípulos son personas que han creído en el plan de Dios, mostrado en Jesús, y que igual que Amos, tampoco eran originalmente profetas, pero que desde la fe aceptan la tarea que Dios le propone. Y entre las tareas especiales que Jesús les asigna está el expulsar a los demonios, tema que de inmediato puede causar morbo y desviar la atención, pues eso nos puede hacer pensar en personas visiblemente atormentadas por espíritus diabólicos, donde se necesita de un rito de exorcismo como a veces se ve en las películas. De hecho al demonio le interesa que lo ubiquemos de ese modo, para que nos distraigamos y no advirtamos su presencia ordinaria. Pero los malos espíritus significan toda influencia negativa del demonio, que perturba nuestra vida y nos lleva a actitudes, sentimientos, visiones de vida y actos que nos dañan y dañan a los demás. Es ahí donde Cristo espera que todo creyente, como buen discípulo, colabore con Él para construir el Reino de Dios.

El Profeta Amos, los discípulos y cada cristiano, fueron elegidos en la fe para, en nombre de Dios, puedan expulsar los demonios que se expresan en toda acción y situación que daña la humanidad. Cada cristiano es un elegido de Dios, para conquistar y construir nuevas realidades, las realidades que pongan de manifiesto nuestro deseo de que Dios reine entre nosotros. Ser cristiano implica no tener miedo a romper con los estatus de conformidad que a veces nos vamos construyendo.

Dios nos eligió no para ofrecernos una vida resuelta, sino para que le ayudemos resolver los problemas del mundo.

Pbro. Carlos Sandoval R
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