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El descanso nos restablece, nos nutre y nos santifica


XVI domingo del tiempo ordinario

Dios ha querido que el trabajo tome un valor extraordinario en la vida del ser humano, pues por él nos ennoblecemos, cooperamos con Dios en el perfeccionamiento del universo, es medio para ganar dignamente el sustento, ahí desarrollamos nuestras capacidades y por tanto se vuelve en un medio excelente de santificación. Más el trabajo tiene un complemento indispensable: el descanso. Sin el descanso, el trabajo puede absorbernos y llevarnos a dimensiones extremas que nos enferman y deterioran en el cuerpo y en el espíritu. De ahí que si el trabajo es algo querido por Dios, también lo es el descanso.

Los abusos en el trabajo se han convertido en uno de los pecados personales y sociales de todos los tiempos, pero especialmente del tiempo actual. Hay quienes obligan a sus trabajadores a jornadas de trabajo inhumanas, otros por sí mismos trabajan de modo excesivo por la ambición de tener más y otros simplemente se vuelven fanáticos del trabajo; pero comúnmente no se advierten los daños humanos que esto ocasiona, daños que van mucho más allá de la salud física, tales como el descuido a la familia, de la salud mental, la escasa cultura por no dar tiempo para leer y el descuido del trato con Dios. De ahí que Dios intenta prevenir este mal, enseñándonos que el obrar se complementa con el descansar, por eso dentro de los diez mandamientos, en el tercero ordena a su pueblo: “Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo…” (Ex. 20, 8), así Dios trata de proteger a todos, especialmente a los más débiles, procurándoles la posibilidad de reparar sus fuerzas. Jesús nos recuerda y nos da ejemplo de la importancia de ese mandato divino, por eso después de que sus discípulos regresan de la misión, procura para ellos el reposo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco” (Mc. 6, 30).

La Iglesia agradece que muchas empresas y personas que emplean gente tomen conciencia de este mandato divino del descanso y por tal motivo reduzcan las horas de trabajo de sus obreros, facilitándoles que atiendan también otros aspectos de su vida. Pero también exhorta a todos a aprovechar debidamente tal espacio de descanso: “Empléense los descansos oportunamente para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, ya sea entregándose a actividades o a estudios libres, ya sea viajando por otras regiones, con lo cual se afina el espíritu y los hombres se enriquecen con el mutuo conocimiento, ya sea realizando ejercicio y manifestaciones deportivas, que ayuden a conservar el equilibrio espiritual” (G. S. 61).

Desde luego es oportuno subrayar que el descanso no significa no hacer nada, sino tener un espacio diferente a las ocupaciones cotidianas, es darnos la oportunidad para replantear la vida, para entrar en el silencio interior que nos permite revalorarnos, ordenar los sentimientos y retomar el camino. Los griegos hablaban incluso el ocio como un arte de saber ocupar el tiempo más allá del trabajo formal, con el fin de ser personas más cultas.

Por último, el descanso debe incluir a Dios, es dar más espacio a Dios, pues nadie como Él, puede ayudarnos a reparar la vida, como lo señala el salmo: “El Señor es mi pastor, nada me faltará; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas” (Ps. 22).

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
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1 comentarios:

  1. tenemos una gran riqueza son ustedes y nosotros nos sentimos contentos amen que dios les siga iluminando y el espiritu santo

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