Home » » Jesús es el cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo

Jesús es el cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo



2º. Domingo del tiempo ordinario

La navidad quedó atrás, en adelante ya no meditaremos en un niño recostado en el pesebre, sino en el enviado de Dios que recorre los caminos de Galilea para mostrar a todos la misericordia. Desde siempre, el deseo más grande de Dios ha sido que entendamos que Él es bueno, que no nos juzga por nuestros pecados, sino que se alegra cuando acudimos a Él buscando compasión. De hecho la sagrada escritura no es otra cosa más que la historia de las intervenciones amorosas de Dios en favor de su pueblo.

Pues ese amor divino se ha encarnado, como lo celebramos en navidad y ahora quiere estar cerca de todos, de modo personal en cada peregrino de este mundo. Y el primero en reconocerlo y de presentarlo así es Juan el bautista, quien lo ve venir y exclama: “Éste es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29). Ya el profeta Isaías al anunciar la salvación que nos venía, presentaba la figura del Siervo doliente que carga sobre sí los pecados, pero lo hacía simbolizado en el cordero: “Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado…” (Is. 53, 6-7). Lo que indica que la referencia a Jesús como cordero, marca una misión esencial: Quitar los pecados. A eso vino Jesús, a quitar los pecados. En la antigüedad tratando de agradar a Dios, el pueblo ofrecía a Dios el sacrificio de corderos, pues ahora se ofrece un cordero diferente, un cordero sin mancha, cuyo sacrificio se ofrece de una vez por todas.

Jesús carga con los pecados de todos, por eso llama a los pecadores: “Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mc. 2, 17). Y efectivamente, la gente de su tiempo lo identificó como misericordioso. Lo murmuraban diciendo: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos” (Mt. 11, 19); pero Él, sin más, perdona a la mujer adúltera: “Vete y no peques más” (Jn. 8, 11). Sus parábolas sobre la misericordia no son sino una llamada a la confianza amorosa con que debemos acudir al Padre, a través de Él que es el cordero que quita el pecado del mundo. En sus mismos milagros siempre hace la indicación: “Tus pecados te son perdonados, vete y no peques más…”, porque cualquier situación difícil que viva el ser humano en el fondo es una expresión de la debilidad humana ocasionada por el pecado. Por eso la salvación traída por Jesús inicia con el perdón de los pecados, pero tiene su cabal cumplimiento en la vida eterna, donde no existe más dolor, ni pena, ni limitación alguna, sino gozo, felicidad y plenitud en todas las dimensiones del ser.

En el Antiguo Testamento, el pueblo predilecto vivió la esclavitud en Egipto, pero hasta allá llegó la compasión divina para rescatar a su pueblo, para lo cual pidió que todos los hebreos marcaran las puertas de sus casas con la sangre de un cordero, el cordero pascual. Se trataba del cordero que marcaba la pertenencia a Dios, quien venía al encuentro del esclavo. Pues lo mismo hace Cristo, como cordero de Dios nos invita a participar de su sangre; con ella quiere marcarnos, para que se vea que efectivamente le pertenecemos. Es la sangre de la Cruz que nos abre hacia el camino de la plena libertad, la libertad de los hijos de Dios. Es la sangre que nos hace ponernos en camino hacia la patria prometida, pero ya no una patria terrenal, sino una celestial, la casa del Padre.

Jesús es el Mesías que hemos recibido con amor en la pasada navidad, es el Mesías que ahora camina con nosotros, es el Mesías que encontramos en cada Eucaristía, donde el sacerdote nos lo presenta en la hostia consagrada, repitiendo las palabras del bautista: “Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Es el cordero que nos sigue llamando a confiar en Dios, ya que Él sigue cargando con nuestros pecados y los sigue redimiendo para que nosotros sin limitación alguna podamos libremente caminar hacia la fiesta de las bodas del cordero (cfr. Ap. 19, 9), que tienen cabal cumplimiento en la casa del Padre.

Pbro. Carlos Sandoval Rangel
Comparte este articulo :

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Soporte : Diocesis de Celaya | OFS en Mexico | Sacerdotes Catolicos
Copyright © 2013. Padre Carlos Sandoval Rangel - Todos los Derechos Reservados
Sitio creado por Pastoral de la Comunicacion Publicado por Sacerdotes Catolicos
Accionado por El Hermano Asno